LA
PATERNIDAD EN HOMBRES Y MUJERES DESDE UN CONTEXTO RURAL Y URBANO
Nohemi Legorreta Avalos1,
Rosalinda Guadarrama Guadarrama1, Manuel Alejandro Rivera Martínez1,
Octavio Márquez Mendoza2, Marcela Veytia López2, Javier
M. Serrano García1, José de Jesús López Flores1, Sheila
Adriana Mendoza Mojica2
Facultad de Ciencias de la
Conducta, UAEMéx1
Centro
de Investigación en Ciencias Médicas2
RESUMEN
La
paternidad ha sido considerada como la capacidad que tiene el hombre de
engendrar un hijo o una hija y consecuentemente, (en algunos casos), como la
posibilidad para proveer a ese hijo o esa hija de las condiciones materiales
básicas, razón por la cual no es extraño escuchar a los mismos hombres y
mujeres (Castillo y Centeno, 2005).
La
paternidad se define como una construcción sociocultural que no es homogénea,
sino que se estructura de acuerdo con las dimensiones de organización y
distancia social (Alatorre y Piñones, 2002).
Las
representaciones culturales, las construcciones subjetivas (estereotipos,
creencias, mitos y actitudes) y las prácticas difieren de acuerdo con la etnia,
el estrato social y la edad. Las ideas que tienen los hombres respecto de la
paternidad son diferentes, dependiendo de
si son o no son padres, de si tienen una pareja estable y afectiva o una
ocasional, si se trata de una relación extramarital en contraste con una
formal, etc. (Rivera y Ceciliano, 2004).
INTRODUCCIÓN
La
masculinidad es un proceso social que, tradicionalmente, tiene que pasar el
hombre dependiendo de su contexto, esto le da un lugar en esta sociedad, en
ocasiones se puede observar como esta masculinidad se enfoca mas al poder, esto
como sinónimo de domino en función de los demás hombres (Parotti, 2001,).
Contribuye en la formación de la identidad de los mismos hombres que se
consolida según las necesidades y exigencias de su entorno. La masculinidad también conlleva relaciones
sociales, ideas, moralidades, discursos y significados socialmente construidos
(Connell 1995; 1997; Kaufman1997; Kaufman y Pineda 1991; Kimmel 1997; Scott
1996; citados por Mosse, 1966).
También
la masculinidad esta consolidándose, biológicamente, en la etapa de la
adolescencia, que según la Unicef “es el
periodo de vida, que va de los 12 a los
17 años, en la que hay un gran número de cambios físicos y biológicos en los
que se va consolidando la identidad de niño a adulto”. Esta etapa de transición
como un paso decisivo en el desarrollo del hombre en su madurez y su desarrollo
psicológico.
Hay
muchos cambios, formas y problemas que se presentan en esta etapa, uno de ellos
es la paternidad o maternidad según sea el caso, se menciona como problema por
el hecho de que no se tienen bien definidos los procesos mentales y se tiende,
todavía, a depender de sus familiares, se saltan el proceso de la adolescencia
y se adquieren nuevas responsabilidades en su relación, de hijo a padre de
familia, (Suarez-Linares, 2011). Esto sumado al proceso de identidad de la
masculinidad, se puede reflejar en conflictos sociales como la violencia
(Parotti, 2001). El hombre por ese dominio que le dicta su masculinidad lo
puede enfocar hacia su pareja en rechazo, maltrato psicológico e incluso
físico.
Cabe
mencionar que la masculinidad se ha ido modificando a lo largo del tiempo,
mientras en el pasado las actividades físicas y de trabajo eran referidas al hombre y la crianza y
alimentación a la mujer, se puede observar que hoy en día se comparten esos
roles sociales, tanto el hombre como la madre se dedican al trabajo y obtención
de ingresos como a la crianza de los hijos.
La
masculinidad es un proceso cambiante que depende de muchos aspectos como el
contexto social, de la época en que se viva, de la posición económica, etc.
Esto como un tratar de hacer valer la presencia del hombre, y su domino sobre
otros, dominio y valía que le otorgan su estatus.
En
la antigüedad con los antiguos griegos era un privilegio ser hombre, como
contenedor de sabiduría y dador de vida, las mujeres no pasaban de las labores
de actividades físicas y de alimentación. También encontramos con los romanos,
prácticas homosexuales, que eran penadas con muerte o en otras regiones de la
misma Roma como aceptadas. Podemos seguir en este contexto histórico y viajar a
través de los años y ver como se modifica según el lugar y el tiempo, entonces
enfoquemos esto en México, en el que el simple hecho de ser hombre denotaba
dominio y maltrato sobre las mujeres, tomemos en cuenta los dichos populares en
los que se dice “la mujer solo es para que este como la escopeta, cargada y en
la esquina”. Termino que ha cambiado de unos 60 años a la fecha en que cambio la
forma de pensar de las mujeres. El hombre se ha visto superado por las mujeres
en muchos aspectos de la vida, el trabajo, el estudio e incluso en las
costumbres.
Esto
modifica también la forma de pensar, ahora se comparten las actividades del
hogar, se implementan acuerdos, incluso con la ley, en el desarrollo de las
actividades, la mujer tiene la oportunidad de su desarrollo personal y el
hombre la obligación de contribuir a ese desarrollo, dando más libertad y
haciéndose cargo de los hijos y actividades domésticas. Esto es lo que llamamos
relaciones de género.
También
encontramos las relaciones que ejerce el su sociedad, las formas de dominio que
puede ejercer, sus relaciones jerárquicas y su posición en estas, su desarrollo
económico (Martínez, Zapata, Alberti, Díaz, 1995). Y esto se adquiere desde una
imagen prediseñada y que inculca desde la infancia, esto dependiente de su
entorno social. Encontramos culturas en las que es aceptable y un orgullo que
el hijo mayor sea homosexual, esto nos muestra como esta en función de la
sociedad. No solo es el deseo, es la forma en que se educa para llegar a ser
(Rodríguez, 2010).
En
relación a sus actividades encontramos una fuerte división entre los rural y lo
urbano, según la espera laboral. Encontramos en un contexto urbano esa
competencia de forma igualitaria entre hombres y mujeres y su desarrollo y
aceptación ante la sociedad es aceptable mientras que en el contexto rural el
hombre se enfoca a la manutención de la familia y la mujer a las labores
domésticas, de crianza (Ayala, 2007). En su esfera social encontramos esas
formas de educación, mientras que en lo urbano se enseña a compartir y a
competir, en lo rural se enseña a que el hombre debe ser fuerte y la mujer sumisa, esta fortaleza
se enseña desde pequeños, “los hombres no deben llorar porque son bien machos”,
patrón o conducta que va madurando desde esa edad hasta la etapa adulta (Ayala,
2007).
Las
zonas rurales han comenzado a tener cambios importantes en sus estructuras,
esto debido a la falta de productividad de este sector o la escases de apoyo,
siendo diferentes las circunstancias, los hombres de este sector cambian sus
hábitos y migran a un sector urbano con la ilusión de una mejoría en su calidad
de vida y de superación, esta apertura de actividades trae consigo nuevas
formas de pensar, y se adoptan nuevas formas de vida. Esto también afecta a la
masculinidad por el hecho de tener que aceptar en este nuevo contexto a una
mujer superior a él. Este cambio también se debe a la educación que se adquiere
en los salones de clases, los valores inculcados en estas instituciones dan una
nueva perspectiva y forma de pensar a las diferentes generaciones (Alberti,
1999).
La
relación de masculinidad entre los hombres de las partes urbanas y rurales
cambian de forma significativa, ya que las diferencias entre estos están en la
forma de ser educados, en como su contexto social se los exige, los hombres
urbanos comenzaron a aceptar a la mujer como competencia y complemento en
muchas de sus actividades, entre estas la de la paternidad y no solo labor
exclusiva de la madre (Connell, 2006).
Esta
paternidad esta diferenciada por la educación previa de los padres, pero
modificada por las nuevas corrientes sociales. Tanto en lo urbano como en lo
rural encontramos similitudes en este aspecto. Antes se promovía la
superioridad y la autoridad del hombre en su entorno, en la actualidad pueden
prevalecer algunos aspectos en lo rural, pero esas similitudes en cuanto a la
aceptación femenina, la crianza compartida de los padres, la manutención del
hogar por parte de los dos y esa competencia entre hombre y mujer. Son aspectos
positivos para una buena convivencia actual.
De
acuerdo con Ortega, Torres y Salguero (1999)en la esfera doméstica, mientras
las mujeres han asumido papeles cada vez mayores en cuanto a proveer el
sustento para sus familias, los hombres no han asumido su parte de
responsabilidad acerca de la vida en familia; la responsabilidad con respecto a
los hijos, en particular, se sigue considerando de incumbencia de la madre.
En
algunos casos, los padres son los principales transmisores de las reglas
básicas de la sociedad hacia sus hijos. Actualmente, la paternidad está
empezando a ser considerada como una parte importante en la vida y en el
mantenimiento de una familia, y es por esto que resulta adecuado suponer que
debe existir una paternidad activa, donde la participación de los padres
implique el reconocimiento de las necesidades y capacidades de ambos cónyuges
al compartir la responsabilidad y el placer de la vida en familia.
Además,
sin su aceptación y aprobación el niño estará seriamente limitado: un niño
necesita sentir que sus padres lo aceptan, lo quieren y lo apoyan. En la
familia el papel del padre no sólo hace referencia al hombre que contribuye
biológicamente con la mitad del material genético de su hijo, sino que implica
un rango más amplio de funciones: alimentación, limpieza, juego, afecto,
educación, socialización, disciplina, sostenimiento económico, albergue y
protección, entre otras.
El concepto
de paternidad ha
cambiado dramáticamente durante
el transcurso de la historia, desde un severo patriarcado, al distante
ganador de pan, al genial compañero de juegos al más reciente co – paterno
(Pleck & Pleck, 1997). Más aún, los científicos previos a los 1960’s y
1970’s asumían que los padres eran relativamente no importantes para un sano
desarrollo de los hijos (para un repaso, véase Cabrera, Pleck y Pleck, 1997).
Sin embargo, más recientemente cuando los científicos conductuales empezaron a
estudiar a padres y el amor paternal directo, encontraron que
los padres son
capaces al igual
que las madres de
dar cariño (Bronstein y Cowan,
1988; Silverstein y Auerbach, 1999), y que el lazo padre-hijo a menudo es paralelo al lazo de madre-hijo
tanto emocionalmente y en intensidad (Fox,
Kimmerly, y Schager, 1991; Hanson y Bozett, 1991).
MÉTODO
Para
la captura de la información se aplicó la subescala de Opinión sobre la
Paternidad de la encuesta utilizada en el estudio en Nicaragua de Castillo y Centeno
(2005) sobre la Masculinidad y factores socioculturales asociados a la
paternidad.
La
subescala consta de 17 reactivos que miden la opinión de la gente sobre la
paternidad, tiene cuatro opciones de respuesta: sí de acuerdo, dudo, no de
acuerdo y no sé. Las aplicaciones se hicieron de manera grupal. Se dieron las
indicaciones y se contestaron las dudas surgidas en el momento de la
aplicación.
La
muestra consistió en 1204 participantes de dos municipios del Sur del Estado de
México. 602 de Tejupilco y 602 de Tlatlaya, donde 301 eran mujeres y 301
hombres en cada municipio.
De
acuerdo al Consejo Nacional de Población (CONAPO, 2010), el grado de
marginación de Tejupilco es medio, las actividades económicas principales son
el comercio y cuenta con un total de 3,560 hogares de jefatura femenina y
12,525 con jefe de familia masculino. La cabecera municipal de donde se tomó la
muestra para el estudio, es considerada zona urbana.
Por otro lado y de acuerdo a la misma fuente,
Tlatlaya es un municipio con un grado de marginación alto (ver mapa), su
actividad económica principal es la agricultura y ganadería. 5,934 de sus
hogares tienen jefatura de familia masculina y 1,936 femenina y es calificado
como zona rural.
El
procesamiento de los datos se hizo mediante el programa estadístico SPSS 19, a
través de la prueba estadística chi cuadada (c2), a un nivel de
significancia de .05.
DISCUSIÓN
En
un sentido estricto, la palabra paternidad hace referencia a la cualidad de ser
padre según el Diccionario de la Lengua Española. Sin embargo, esta cualidad
implica no solo el hecho de ser padre procreador, sino una serie de
características, roles, cualidades y actividades que definen socialmente dicha
cualidad.
Mientras
que socialmente, la paternidad ha sido definida y establecida a partir de una
imagen ideal de lo que implica o lo que es ser padre. Tradicionalmente se
define al padre como proveedor, figura de respeto, autoridad, el que impone la
ley, el que sabe, el que protege y brinda seguridad por la fuerza que posee (Arvelo, 2004).
Sin
embargo, la imagen social de la paternidad se ha ido transformando a partir de
la transformación cultural y el papel de la familia como transmisor de ideales
sociales respecto al género. Esencialmente, el ideal colectivo de la paternidad
está en función de dos postura, una la autoritaria tradicional, y otra
resultado de esas transformación cultural (Montesinos, 2004).
Esta
transformación cultural impacta de manera considerable en la imagen de lo
considerado femenino o masculino, por lo tanto de la paternidad y la maternidad,
funciones propias ya de la masculinidad y feminidad respectivamente (Arvelo,
2004).
Tradicionalmente
la paternidad era definida en función únicamente de la procreación, sin
embargo, ante las demandas de la mujer en el involucramiento del hombre en el
hogar y la crianza de los hijos, esa paternidad se ha redefinido más en función
de responsabilidad que de fecundidad (Cruzat y Aracena, 2006).
Mientras
que en las zonas urbanas donde la mujer es miembro activo de la actividad
económica, donde tiene más oportunidades de realización personal y profesional,
donde representan una competencia potencial para los hombres en casi cualquier
área laboral y una supuesta equidad respecto a los hombres, la paternidad es
representada como una forma de mayor participación del padre en la formación,
crianza y convivencia con los hijos; esta representación es más aceptada y
practicada que en las zonas rurales, donde predomina un estilo tradicional
autoritario (Cosse, 2009).
Sin
embargo, la restructuración de la imagen del padre en las zonas urbanas,
representa de igual manera mayor confusión en lo que se debe hacer como padre,
o en lo que implica ser padre, ya que cada vez realizan actividades calificadas
tradicionalmente como femeninas (Arvelo, 2004), esta confusión coincide con lo
expresado por los participantes del municipio de Tejupilco considerado como una
zona urbana, ya que sus respuestas respecto a la paternidad frecuentemente son dudo o no sé. En cambio los hombres del municipio de Tlatlaya, considerado
zona rural, sus opiniones están más a favor de las posturas tradicionales
respecto a la paternidad.
Las
mujeres de ambos municipios manifestaron no estar de acuerdo con el hecho de
que el hombre es quien debe dar dinero para la crianza y cuidado de los hijos,
lo que se refleja al no ser un reactivo significativo en los resultados (ver
tabla no. 2), hecho que coincide con la opinión de los hombres tanto de
Tejupilco como de Tlatlaya.
Una
cuestión que marca diferencias en cuanto a la opinión entre hombres y mujeres,
es posible observar que el reactivo muchos
de los hombres no se responsabilizan de los hijos por razones económicas,
los hombres no están de acuerdo y es significativo, mientras que en las mujeres
no es significativo pero su opinión está entre dudo y no sé.
Al
separar a la muestra por municipio, de ambos sexos, destaca el hecho de que
únicamente en tres de los 17 reactivos de la subescala coinciden ambas zonas
(rural y urbana). Ambos municipios coinciden en no estar de acuerdo con la idea
de que el hombre es quien debe dar dinero
para la crianza de y cuidado de los hijos. Tampoco están de acuerdo con que
son quehaceres de la madre cambiar los
pañales al hijo y darle de comer, aunque con frecuencias considerables
están en una postura de duda con esa afirmación sobre todo en Tejupilco con
respecto a Tlatlaya (184 y 172 respectivamente). Y como tercer punto de acuerdo
está que los hombres serían más
responsables con sus hijos si hubiera leyes que los obliguen. Donde la
respuesta más común de ambos municipios fue dudo
y en segundo lugar no de acuerdo (ver
tabla no. 1).
En
este ultimo reactivo, las mujeres muestran mayor homogeneidad de opinión en las
cuatro opciones de respuesta y no es significativo; mientras que los hombres
urbanos en su mayoría no están de acuerdo y en segundo plano los rurales lo
dudan (ver tablas no. 2 y 3).
En
términos generales, de acuerdo a los resultados y analizando por municipio, es
posible observar que si hay diferencias de opinión entre una zona y otra. Las
respuestas más frecuentes en los participantes de la zona urbana (Tejupilco)
están entre dudar y no saber, lo que sugiere una restructuración más marcada en
el concepto de paternidad. Apoyando un poco más la idea de compartir la crianza
de los hijos, así como su cuidado en mayor medida con la madre, marcando la
responsabilidad de la paternidad a pesar de no estar estructurado como familia
y estando más de acuerdo con la expresión de cariño y atención a sus hijos,
dejando de lado su función única de proveedores económicos.
A
diferencia de ellos, se encuentran los pertenecientes a la zona rural
(Tlatlaya), quienes manifiestan mayor acuerdo o desacuerdo en los reactivos,
mostrando menores opiniones de duda o de no saber. Lo que se podría traducir en
que las personas de zonas rurales tienen más claro el papel de los hombres y el
significado de la paternidad, pero apoyando la postura tradicional de la
paternidad.
Este
hecho señala la presencia actual de una crisis de identidad de los padres en
las zonas urbanas, y que no quiere decir que las rurales no la presenten, sino
que se están dando con mayor prontitud en las zonas de mayor apertura a la
información, de mayor participación femenina y de mayor inserción del hombre en
actividades tradicionalmente consideradas como femeninas, lo que coincide con
lo encontrado por Montesinos (2004).
Los
resultados de esta investigación muestran el cambio social y cultural que está
teniendo lugar en la población mexiquense, que si bien ha llegado de manera más
pronta a las zonas urbanas, pero que poco a poco está poniendo en duda a las
zonas rurales, lo que en años futuros se verá más explícitamente en las zonas
rurales al igual que en la zonas urbanas en estos momentos.
El
que se encuentran evidencias empíricas en el hecho de que la masculinidad y la
paternidad se están restructurando en la sociedad y cultura mexicana pone de
manifiesto que las nuevas generaciones están cambiando su realidad, teniendo la
oportunidad de repensar sus obligaciones y derechos, lo que no solo favorece a
la igualdad de la mujer en los terrenos del hombre, sino en el libre acceso de
los hombres a terrenos que no conocían y que eran calificados como exclusivos
de la mujer, tal como es el caso del cuidado, atención y formación de los
hijos.
Estas
nuevas circunstancias a las que se enfrentan los hombres, los muestran más
humanos que en épocas anteriores, ya que solo eran tratados de manera
involuntaria como meras máquinas productoras de dinero y únicos responsables
del bienestar económico de sus descendientes, lo que no les permitía tocar la
parte sensible emocional y filial con ellos, quitando a su vez esa pesada
etiqueta de insensibles, inexpresivos, estrictos, distantes y rígidos con sus
hijos como lo menciona Sefton (2006).
Esta
situación es expresada por Cebotarev (2011) quien sostiene que durante mediados
del siglo XX la forma de familia que dominaba los continentes de países
industrialmente desarrollados, que era considerada como “modelo y culminación
de la familia Moderna” (Parsons, 1956), fue cada vez más cuestionada por las
incongruencias encontradas entre el modelo conceptual y la realidad social de
esos países. La familia nuclear clásica, con su división de trabajo por género,
funciones y estructura jerárquica de poder, representa hoy día solo una pequeña
minoría de familias en países industrializados. Las mujeres ya no se limitan a
ser esposas y madres y a dedicarse exclusivamente al hogar. La mayoría se ven
forzadas a asumir responsabilidades económicas, que las lleva a trabajar fuera
del hogar.
Los
hombres se ven obligados a apoyar a sus esposas, a aprender destrezas nuevas y
a disfrutar de nuevas satisfacciones, expandiendo sus roles más allá del hecho
de ser proveedores y disciplinadores. Todo esto tiene implicaciones para la
socialización de las nuevas generaciones al crear demandas e identidades
nuevas.
Sin
embargo aunque las tareas parentales asociadas con el cuidado y la
socialización de los hijos y las hijas son hasta cierto grado predeterminadas
por las necesidades físicas y sicosociales de los hijos y por las normas culturales,
es el estilo con que esas tareas se desarrollan el que está en las manos
parentales. Es aquí donde los padres tienen mayor libertad de introducir
conscientemente prácticas parentales con estilos que faciliten y promuevan el
desarrollo integral de las nuevas generaciones, y contribuyan conscientemente a
la construcción de una sociedad mejor (Cebotarev, 2011).
CONCLUSIONES Y SUGERENCIAS
La de acuerdo al
estudio realizado en la presente investigación, se puede concluir que el
pertenecer o vivir en una zona rural o urbana si influye en la opinión que se
tenga sobre la paternidad, el deber de los padres, en qué consiste y cómo es
que se define a un buen padre, ya que 14 de los 17 reactivos que conforman la
subescala si son estadísticamente significativos.
Los hombres de
las zonas urbanas reportan mayor confusión sobre el papel del padre y la labor
de este parta con lo hijos, mientras que los rurales dan respuestas más
homogéneas al respecto, sin embargo también dan muestra de una reestructuración
de opiniones al señalar en frecuentes ocasiones no saber lo que se les está
preguntando.
El hecho de no
saber qué contestar, marca una diferencia en la opinión de las personas
respecto a una postura de duda, ya que la duda hace referencia al temor de
equivocarse, mientras que el no sé sugiere un cierto grado de ignorancia sobre
el temas o desinterés en el mismo, más que una duda en sí.
Se sugiere el
profundizar en el estudio de la paternidad en aspectos relacionados a esa
reestructuración de opiniones.
De igual manera se sugiere la determinación
entre el ideal y el real de la figura paterna. Así como el estudio de la
discriminación del hombre en el papel de la paternidad en la sociedad aún
estricta de demandas contradictorias a los hombres, a quienes por un lado se les
pide mayor comprensión e involucramiento con los hijos y por el otro se les
critica si es que están al cuidado de ellos o desempeñan la función de amos de
casa.
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