miércoles, 26 de septiembre de 2012

OPINION SOBRE PATERNIDAD RURAL VS URBANO



LA PATERNIDAD EN HOMBRES Y MUJERES DESDE UN CONTEXTO RURAL Y URBANO
Nohemi Legorreta Avalos1, Rosalinda Guadarrama Guadarrama1, Manuel Alejandro Rivera Martínez1, Octavio Márquez Mendoza2, Marcela Veytia López2, Javier M. Serrano García1, José de Jesús López Flores1, Sheila Adriana Mendoza Mojica2
Facultad de Ciencias de la Conducta, UAEMéx1
Centro de Investigación en Ciencias Médicas2


RESUMEN
La paternidad ha sido considerada como la capacidad que tiene el hombre de engendrar un hijo o una hija y consecuentemente, (en algunos casos), como la posibilidad para proveer a ese hijo o esa hija de las condiciones materiales básicas, razón por la cual no es extraño escuchar a los mismos hombres y mujeres (Castillo y Centeno, 2005).
La paternidad se define como una construcción sociocultural que no es homogénea, sino que se estructura de acuerdo con las dimensiones de organización y distancia social (Alatorre y Piñones, 2002).
Las representaciones culturales, las construcciones subjetivas (estereotipos, creencias, mitos y actitudes) y las prácticas difieren de acuerdo con la etnia, el estrato social y la edad. Las ideas que tienen los hombres respecto de la paternidad son diferentes, dependiendo de  si son o no son padres, de si tienen una pareja estable y afectiva o una ocasional, si se trata de una relación extramarital en contraste con una formal, etc. (Rivera y Ceciliano, 2004).
 
INTRODUCCIÓN
La masculinidad es un proceso social que, tradicionalmente, tiene que pasar el hombre dependiendo de su contexto, esto le da un lugar en esta sociedad, en ocasiones se puede observar como esta masculinidad se enfoca mas al poder, esto como sinónimo de domino en función de los demás hombres (Parotti, 2001,). Contribuye en la formación de la identidad de los mismos hombres que se consolida según las necesidades y exigencias de su entorno.  La masculinidad también conlleva relaciones sociales, ideas, moralidades, discursos y significados socialmente construidos (Connell 1995; 1997; Kaufman1997; Kaufman y Pineda 1991; Kimmel 1997; Scott 1996; citados por Mosse, 1966).        
También la masculinidad esta consolidándose, biológicamente, en la etapa de la adolescencia, que  según la Unicef “es el periodo de vida,  que va de los 12 a los 17 años, en la que hay un gran número de cambios físicos y biológicos en los que se va consolidando la identidad de niño a adulto”. Esta etapa de transición como un paso decisivo en el desarrollo del hombre en su madurez y su desarrollo psicológico.
Hay muchos cambios, formas y problemas que se presentan en esta etapa, uno de ellos es la paternidad o maternidad según sea el caso, se menciona como problema por el hecho de que no se tienen bien definidos los procesos mentales y se tiende, todavía, a depender de sus familiares, se saltan el proceso de la adolescencia y se adquieren nuevas responsabilidades en su relación, de hijo a padre de familia, (Suarez-Linares, 2011). Esto sumado al proceso de identidad de la masculinidad, se puede reflejar en conflictos sociales como la violencia (Parotti, 2001). El hombre por ese dominio que le dicta su masculinidad lo puede enfocar hacia su pareja en rechazo, maltrato psicológico e incluso físico.
Cabe mencionar que la masculinidad se ha ido modificando a lo largo del tiempo, mientras en el pasado las actividades físicas y de trabajo  eran referidas al hombre y la crianza y alimentación a la mujer, se puede observar que hoy en día se comparten esos roles sociales, tanto el hombre como la madre se dedican al trabajo y obtención de ingresos como a la crianza de los hijos.
La masculinidad es un proceso cambiante que depende de muchos aspectos como el contexto social, de la época en que se viva, de la posición económica, etc. Esto como un tratar de hacer valer la presencia del hombre, y su domino sobre otros, dominio y valía que le otorgan su estatus.
En la antigüedad con los antiguos griegos era un privilegio ser hombre, como contenedor de sabiduría y dador de vida, las mujeres no pasaban de las labores de actividades físicas y de alimentación. También encontramos con los romanos, prácticas homosexuales, que eran penadas con muerte o en otras regiones de la misma Roma como aceptadas. Podemos seguir en este contexto histórico y viajar a través de los años y ver como se modifica según el lugar y el tiempo, entonces enfoquemos esto en México, en el que el simple hecho de ser hombre denotaba dominio y maltrato sobre las mujeres, tomemos en cuenta los dichos populares en los que se dice “la mujer solo es para que este como la escopeta, cargada y en la esquina”. Termino que ha cambiado de unos 60 años a la fecha en que cambio la forma de pensar de las mujeres. El hombre se ha visto superado por las mujeres en muchos aspectos de la vida, el trabajo, el estudio e incluso en las costumbres.
Esto modifica también la forma de pensar, ahora se comparten las actividades del hogar, se implementan acuerdos, incluso con la ley, en el desarrollo de las actividades, la mujer tiene la oportunidad de su desarrollo personal y el hombre la obligación de contribuir a ese desarrollo, dando más libertad y haciéndose cargo de los hijos y actividades domésticas. Esto es lo que llamamos relaciones de género.
También encontramos las relaciones que ejerce el su sociedad, las formas de dominio que puede ejercer, sus relaciones jerárquicas y su posición en estas, su desarrollo económico (Martínez, Zapata, Alberti, Díaz, 1995). Y esto se adquiere desde una imagen prediseñada y que inculca desde la infancia, esto dependiente de su entorno social. Encontramos culturas en las que es aceptable y un orgullo que el hijo mayor sea homosexual, esto nos muestra como esta en función de la sociedad. No solo es el deseo, es la forma en que se educa para llegar a ser (Rodríguez, 2010).
En relación a sus actividades encontramos una fuerte división entre los rural y lo urbano, según la espera laboral. Encontramos en un contexto urbano esa competencia de forma igualitaria entre hombres y mujeres y su desarrollo y aceptación ante la sociedad es aceptable mientras que en el contexto rural el hombre se enfoca a la manutención de la familia y la mujer a las labores domésticas, de crianza (Ayala, 2007). En su esfera social encontramos esas formas de educación, mientras que en lo urbano se enseña a compartir y a competir, en lo rural se enseña a que el hombre debe  ser fuerte y la mujer sumisa, esta fortaleza se enseña desde pequeños, “los hombres no deben llorar porque son bien machos”, patrón o conducta que va madurando desde esa edad hasta la etapa adulta (Ayala, 2007).
Las zonas rurales han comenzado a tener cambios importantes en sus estructuras, esto debido a la falta de productividad de este sector o la escases de apoyo, siendo diferentes las circunstancias, los hombres de este sector cambian sus hábitos y migran a un sector urbano con la ilusión de una mejoría en su calidad de vida y de superación, esta apertura de actividades trae consigo nuevas formas de pensar, y se adoptan nuevas formas de vida. Esto también afecta a la masculinidad por el hecho de tener que aceptar en este nuevo contexto a una mujer superior a él. Este cambio también se debe a la educación que se adquiere en los salones de clases, los valores inculcados en estas instituciones dan una nueva perspectiva y forma de pensar a las diferentes generaciones (Alberti, 1999).
La relación de masculinidad entre los hombres de las partes urbanas y rurales cambian de forma significativa, ya que las diferencias entre estos están en la forma de ser educados, en como su contexto social se los exige, los hombres urbanos comenzaron a aceptar a la mujer como competencia y complemento en muchas de sus actividades, entre estas la de la paternidad y no solo labor exclusiva de la madre (Connell, 2006).
Esta paternidad esta diferenciada por la educación previa de los padres, pero modificada por las nuevas corrientes sociales. Tanto en lo urbano como en lo rural encontramos similitudes en este aspecto. Antes se promovía la superioridad y la autoridad del hombre en su entorno, en la actualidad pueden prevalecer algunos aspectos en lo rural, pero esas similitudes en cuanto a la aceptación femenina, la crianza compartida de los padres, la manutención del hogar por parte de los dos y esa competencia entre hombre y mujer. Son aspectos positivos para una buena convivencia actual.
De acuerdo con Ortega, Torres y Salguero (1999)en la esfera doméstica, mientras las mujeres han asumido papeles cada vez mayores en cuanto a proveer el sustento para sus familias, los hombres no han asumido su parte de responsabilidad acerca de la vida en familia; la responsabilidad con respecto a los hijos, en particular, se sigue considerando de incumbencia de la madre.
En algunos casos, los padres son los principales transmisores de las reglas básicas de la sociedad hacia sus hijos. Actualmente, la paternidad está empezando a ser considerada como una parte importante en la vida y en el mantenimiento de una familia, y es por esto que resulta adecuado suponer que debe existir una paternidad activa, donde la participación de los padres implique el reconocimiento de las necesidades y capacidades de ambos cónyuges al compartir la responsabilidad y el placer de la vida en familia.
Además, sin su aceptación y aprobación el niño estará seriamente limitado: un niño necesita sentir que sus padres lo aceptan, lo quieren y lo apoyan. En la familia el papel del padre no sólo hace referencia al hombre que contribuye biológicamente con la mitad del material genético de su hijo, sino que implica un rango más amplio de funciones: alimentación, limpieza, juego, afecto, educación, socialización, disciplina, sostenimiento económico, albergue y protección, entre otras.
El  concepto  de  paternidad  ha  cambiado  dramáticamente  durante  el transcurso de la historia, desde un severo patriarcado, al distante ganador de pan, al genial compañero de juegos al más reciente co – paterno (Pleck & Pleck, 1997). Más aún, los científicos previos a los 1960’s y 1970’s asumían que los padres eran relativamente no importantes para un sano desarrollo de los hijos (para un repaso, véase Cabrera, Pleck y Pleck, 1997). Sin embargo, más recientemente cuando los científicos conductuales empezaron a estudiar a padres y el amor paternal directo, encontraron  que  los  padres  son  capaces  al  igual  que  las madres  de  dar  cariño (Bronstein y Cowan, 1988; Silverstein y Auerbach, 1999), y que el lazo padre-hijo  a menudo es paralelo al lazo de madre-hijo tanto emocionalmente  y en intensidad (Fox, Kimmerly, y Schager, 1991; Hanson y Bozett, 1991).

 MÉTODO
Para la captura de la información se aplicó la subescala de Opinión sobre la Paternidad de la encuesta utilizada en el estudio en Nicaragua de Castillo y Centeno (2005) sobre la Masculinidad y factores socioculturales asociados a la paternidad.
La subescala consta de 17 reactivos que miden la opinión de la gente sobre la paternidad, tiene cuatro opciones de respuesta: sí de acuerdo, dudo, no de acuerdo y no sé. Las aplicaciones se hicieron de manera grupal. Se dieron las indicaciones y se contestaron las dudas surgidas en el momento de la aplicación.
La muestra consistió en 1204 participantes de dos municipios del Sur del Estado de México. 602 de Tejupilco y 602 de Tlatlaya, donde 301 eran mujeres y 301 hombres en cada municipio.
De acuerdo al Consejo Nacional de Población (CONAPO, 2010), el grado de marginación de Tejupilco es medio, las actividades económicas principales son el comercio y cuenta con un total de 3,560 hogares de jefatura femenina y 12,525 con jefe de familia masculino. La cabecera municipal de donde se tomó la muestra para el estudio, es considerada zona urbana.
Por otro lado y de acuerdo a la misma fuente, Tlatlaya es un municipio con un grado de marginación alto (ver mapa), su actividad económica principal es la agricultura y ganadería. 5,934 de sus hogares tienen jefatura de familia masculina y 1,936 femenina y es calificado como zona rural.
El procesamiento de los datos se hizo mediante el programa estadístico SPSS 19, a través de la prueba estadística chi cuadada (c2), a un nivel de significancia de .05.

DISCUSIÓN
En un sentido estricto, la palabra paternidad hace referencia a la cualidad de ser padre según el Diccionario de la Lengua Española. Sin embargo, esta cualidad implica no solo el hecho de ser padre procreador, sino una serie de características, roles, cualidades y actividades que definen socialmente dicha cualidad.
Mientras que socialmente, la paternidad ha sido definida y establecida a partir de una imagen ideal de lo que implica o lo que es ser padre. Tradicionalmente se define al padre como proveedor, figura de respeto, autoridad, el que impone la ley, el que sabe, el que protege y brinda seguridad por la  fuerza que posee (Arvelo, 2004).
Sin embargo, la imagen social de la paternidad se ha ido transformando a partir de la transformación cultural y el papel de la familia como transmisor de ideales sociales respecto al género. Esencialmente, el ideal colectivo de la paternidad está en función de dos postura, una la autoritaria tradicional, y otra resultado de esas transformación cultural (Montesinos, 2004).
Esta transformación cultural impacta de manera considerable en la imagen de lo considerado femenino o masculino, por lo tanto de la paternidad y la maternidad, funciones propias ya de la masculinidad y feminidad respectivamente (Arvelo, 2004).
Tradicionalmente la paternidad era definida en función únicamente de la procreación, sin embargo, ante las demandas de la mujer en el involucramiento del hombre en el hogar y la crianza de los hijos, esa paternidad se ha redefinido más en función de responsabilidad que de fecundidad (Cruzat y Aracena, 2006).
Mientras que en las zonas urbanas donde la mujer es miembro activo de la actividad económica, donde tiene más oportunidades de realización personal y profesional, donde representan una competencia potencial para los hombres en casi cualquier área laboral y una supuesta equidad respecto a los hombres, la paternidad es representada como una forma de mayor participación del padre en la formación, crianza y convivencia con los hijos; esta representación es más aceptada y practicada que en las zonas rurales, donde predomina un estilo tradicional autoritario (Cosse, 2009).
Sin embargo, la restructuración de la imagen del padre en las zonas urbanas, representa de igual manera mayor confusión en lo que se debe hacer como padre, o en lo que implica ser padre, ya que cada vez realizan actividades calificadas tradicionalmente como femeninas (Arvelo, 2004), esta confusión coincide con lo expresado por los participantes del municipio de Tejupilco considerado como una zona urbana, ya que sus respuestas respecto a la paternidad frecuentemente son dudo o no sé. En cambio los hombres del municipio de Tlatlaya, considerado zona rural, sus opiniones están más a favor de las posturas tradicionales respecto a la paternidad.
Las mujeres de ambos municipios manifestaron no estar de acuerdo con el hecho de que el hombre es quien debe dar dinero para la crianza y cuidado de los hijos, lo que se refleja al no ser un reactivo significativo en los resultados (ver tabla no. 2), hecho que coincide con la opinión de los hombres tanto de Tejupilco como de Tlatlaya.
Una cuestión que marca diferencias en cuanto a la opinión entre hombres y mujeres, es posible observar que el reactivo muchos de los hombres no se responsabilizan de los hijos por razones económicas, los hombres no están de acuerdo y es significativo, mientras que en las mujeres no es significativo pero su opinión está entre dudo y no sé.
Al separar a la muestra por municipio, de ambos sexos, destaca el hecho de que únicamente en tres de los 17 reactivos de la subescala coinciden ambas zonas (rural y urbana). Ambos municipios coinciden en no estar de acuerdo con la idea de que el hombre es quien debe dar dinero para la crianza de y cuidado de los hijos. Tampoco están de acuerdo con que son quehaceres de la madre cambiar los pañales al hijo y darle de comer, aunque con frecuencias considerables están en una postura de duda con esa afirmación sobre todo en Tejupilco con respecto a Tlatlaya (184 y 172 respectivamente). Y como tercer punto de acuerdo está que los hombres serían más responsables con sus hijos si hubiera leyes que los obliguen. Donde la respuesta más común de ambos municipios fue dudo y en segundo lugar no de acuerdo (ver tabla no. 1).
En este ultimo reactivo, las mujeres muestran mayor homogeneidad de opinión en las cuatro opciones de respuesta y no es significativo; mientras que los hombres urbanos en su mayoría no están de acuerdo y en segundo plano los rurales lo dudan (ver tablas no. 2 y 3).
En términos generales, de acuerdo a los resultados y analizando por municipio, es posible observar que si hay diferencias de opinión entre una zona y otra. Las respuestas más frecuentes en los participantes de la zona urbana (Tejupilco) están entre dudar y no saber, lo que sugiere una restructuración más marcada en el concepto de paternidad. Apoyando un poco más la idea de compartir la crianza de los hijos, así como su cuidado en mayor medida con la madre, marcando la responsabilidad de la paternidad a pesar de no estar estructurado como familia y estando más de acuerdo con la expresión de cariño y atención a sus hijos, dejando de lado su función única de proveedores económicos.
A diferencia de ellos, se encuentran los pertenecientes a la zona rural (Tlatlaya), quienes manifiestan mayor acuerdo o desacuerdo en los reactivos, mostrando menores opiniones de duda o de no saber. Lo que se podría traducir en que las personas de zonas rurales tienen más claro el papel de los hombres y el significado de la paternidad, pero apoyando la postura tradicional de la paternidad.
Este hecho señala la presencia actual de una crisis de identidad de los padres en las zonas urbanas, y que no quiere decir que las rurales no la presenten, sino que se están dando con mayor prontitud en las zonas de mayor apertura a la información, de mayor participación femenina y de mayor inserción del hombre en actividades tradicionalmente consideradas como femeninas, lo que coincide con lo encontrado por Montesinos (2004).
Los resultados de esta investigación muestran el cambio social y cultural que está teniendo lugar en la población mexiquense, que si bien ha llegado de manera más pronta a las zonas urbanas, pero que poco a poco está poniendo en duda a las zonas rurales, lo que en años futuros se verá más explícitamente en las zonas rurales al igual que en la zonas urbanas en estos momentos.
El que se encuentran evidencias empíricas en el hecho de que la masculinidad y la paternidad se están restructurando en la sociedad y cultura mexicana pone de manifiesto que las nuevas generaciones están cambiando su realidad, teniendo la oportunidad de repensar sus obligaciones y derechos, lo que no solo favorece a la igualdad de la mujer en los terrenos del hombre, sino en el libre acceso de los hombres a terrenos que no conocían y que eran calificados como exclusivos de la mujer, tal como es el caso del cuidado, atención y formación de los hijos.
Estas nuevas circunstancias a las que se enfrentan los hombres, los muestran más humanos que en épocas anteriores, ya que solo eran tratados de manera involuntaria como meras máquinas productoras de dinero y únicos responsables del bienestar económico de sus descendientes, lo que no les permitía tocar la parte sensible emocional y filial con ellos, quitando a su vez esa pesada etiqueta de insensibles, inexpresivos, estrictos, distantes y rígidos con sus hijos como lo menciona Sefton (2006).
Esta situación es expresada por Cebotarev (2011) quien sostiene que durante mediados del siglo XX la forma de familia que dominaba los continentes de países industrialmente desarrollados, que era considerada como “modelo y culminación de la familia Moderna” (Parsons, 1956), fue cada vez más cuestionada por las incongruencias encontradas entre el modelo conceptual y la realidad social de esos países. La familia nuclear clásica, con su división de trabajo por género, funciones y estructura jerárquica de poder, representa hoy día solo una pequeña minoría de familias en países industrializados. Las mujeres ya no se limitan a ser esposas y madres y a dedicarse exclusivamente al hogar. La mayoría se ven forzadas a asumir responsabilidades económicas, que las lleva a trabajar fuera del hogar.
Los hombres se ven obligados a apoyar a sus esposas, a aprender destrezas nuevas y a disfrutar de nuevas satisfacciones, expandiendo sus roles más allá del hecho de ser proveedores y disciplinadores. Todo esto tiene implicaciones para la socialización de las nuevas generaciones al crear demandas e identidades nuevas.
Sin embargo aunque las tareas parentales asociadas con el cuidado y la socialización de los hijos y las hijas son hasta cierto grado predeterminadas por las necesidades físicas y sicosociales de los hijos y por las normas culturales, es el estilo con que esas tareas se desarrollan el que está en las manos parentales. Es aquí donde los padres tienen mayor libertad de introducir conscientemente prácticas parentales con estilos que faciliten y promuevan el desarrollo integral de las nuevas generaciones, y contribuyan conscientemente a la construcción de una sociedad mejor (Cebotarev, 2011).

CONCLUSIONES Y SUGERENCIAS

La de acuerdo al estudio realizado en la presente investigación, se puede concluir que el pertenecer o vivir en una zona rural o urbana si influye en la opinión que se tenga sobre la paternidad, el deber de los padres, en qué consiste y cómo es que se define a un buen padre, ya que 14 de los 17 reactivos que conforman la subescala si son estadísticamente significativos.
Los hombres de las zonas urbanas reportan mayor confusión sobre el papel del padre y la labor de este parta con lo hijos, mientras que los rurales dan respuestas más homogéneas al respecto, sin embargo también dan muestra de una reestructuración de opiniones al señalar en frecuentes ocasiones no saber lo que se les está preguntando.
El hecho de no saber qué contestar, marca una diferencia en la opinión de las personas respecto a una postura de duda, ya que la duda hace referencia al temor de equivocarse, mientras que el no sé sugiere un cierto grado de ignorancia sobre el temas o desinterés en el mismo, más que una duda en sí.
Se sugiere el profundizar en el estudio de la paternidad en aspectos relacionados a esa reestructuración de opiniones.
De igual manera se sugiere la determinación entre el ideal y el real de la figura paterna. Así como el estudio de la discriminación del hombre en el papel de la paternidad en la sociedad aún estricta de demandas contradictorias a los hombres, a quienes por un lado se les pide mayor comprensión e involucramiento con los hijos y por el otro se les critica si es que están al cuidado de ellos o desempeñan la función de amos de casa.